Uno de los valores que más priorizamos como comunidad es la autosuficiencia. Por ello, disponemos alrededor de veinticinco hectáreas cultivables y dos invernaderos, en los que seis miembros de la comunidad trabajan cada día en el cultivo de gran variedad de vegetales como: lechuga, col, espinaca, tomate, zanahoria, patata, pimiento, calabacín, haba... También dos silos de grano destinados a nuestra vaquería no violenta y al consumo entre residentes de la comunidad. Molemos trigo, que nos facilita la harina necesaria para hornear pan artesanal. En la cocina se las ingenian en grande para ofrecernos todos los días variadas y deliciosas preparaciones con ellas.
Además de vegetales, cultivamos flores. Estas son de gran importancia para la comunidad, pues además de embellecer nuestros jardines y espacios comunes, son necesarias para realizar guirnaldas y decorar el templo. La posibilidad de cultivar flores en el huerto permite reducir el consumo comprando en floristerías.
Somos muy afortunados de ver cómo día a día todo se repleta de caléndulas y claveles de India, llenándolo todo de color y alegría. Un lugar donde los vegetales nacen bajo la fragancia floral, donde la energía solar es compartida... Es difícil imaginar un lugar mejor.
La huerta es importante para todos nosotros porque nos libramos del consumismo que tendríamos que asumir de no existir. También es importante porque nos ofrece alimentos que tenemos la certeza de que han crecido con los cuidados necesarios y que no han sido procesados. Nos brinda paz saber que consumimos alimentos 100% naturales. Además, trabajar juntos la tierra y plantar semillas, hace que, junto a los vegetales, crezca el vínculo comunitario y nuestra conexión con la madre naturaleza. Algo tan puro, lleno de significado, amor y paciencia es de agradecer.
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